Esta mañana me he acercado hasta la biblioteca de Calpe en
busca de un libro de Robertson Davies que había localizado previamente por
Internet. Ana, mi medio hermana, me trajo otro de este mismo autor la semana
pasada y me ha encantado. Por eso he buscado en las cercanías de Benissa, para
repetir. En Calpe tenían A merced de la
tempestad así que he cogido el coche y para allá. Tengo prestados tres
libros infantiles de la última animación lectora que cogió mi chiquilla, los
tendría que haber devuelto el día 5 pero, por las pascuas, resulta que mañana
es el siguiente cuentacuentos. Podría
haber devuelto los libros yo, pero me gusta que sea ella quien los tome
prestados y después los devuelva. Así que pensaba devolverlos mañana y he ido a
la biblioteca de Calpe sabiendo que tenía libros sobrepasados. Recordaba,
aunque igual estoy equivocada, que el programa de bibliotecas no sanciona (no
suspende el préstamo) hasta que los devuelves, que solo te advierte de que el
usuario tiene libros sobrepasados y te pregunta que si quieres continuar con el
préstamo.
La bibliotecaria en cuanto ha leído la advertencia me ha
dicho que no podía prestarme. Le he explicado que eran libros infantiles, que
era mañana el cuentacuentos, que el retraso se debía a las pascuas, que venía
de Benissa expresamente a por ese libro, que el programa no me había sancionado
todavía, ¡qué sólo quería leer! Pues la tía ahí, inflexible, que no. Le he
preguntado, obviamente, el motivo de su inflexible negativa y me ha dicho que
era porque sino después su jefa le echaba la bronca. Viendo que ella se
mostraba como el mero brazo ejecutor le he dicho que quería hablar con su
superior para preguntarle por qué eran tan inflexibles, que si no se acordaban
de aquella finalidad última de cualquier biblioteca: fomentar la lectura. Me ha dicho que su jefa estaba ocupada y yo
pacientemente he esperado de pie unos 10 minutos. Para entretener la espera he
cogido la novela y la he ido ojeando, parecía buena, brillante, como la que
acababa de leer. En la faja que lo envolvía una tal Nuria Barrios (El País)
decía: “Háganse un regalo, no demoren el placer de leerle” En la primera
página, la primera frase decía:
“- Va a ser un incordio mayúsculo para nosotros dos -dijo
Freddy-. ¿Por qué no armas un escándalo, Tom?”
¿Estaba leyendo lo que estaba leyendo? ¿Acaso Robertson
Davies me guiñaba un ojo desde la eternidad y me animaba a la insumisión?
Probablemente no, pero ha sido entonces cuando se ha instalado en mi mente la idea
de saltarme unas normas que no respeto porque no tienen sentido. Yo estudié
Derecho. Siempre digo: lo estudié… lo olvidé… pero aunque no quieras queda un
poso. Y resulta que di todo un curso de filosofía del derecho, su manual
enterito de 700 páginas, que puedo resumir de la forma siguiente: Toda norma se
apoya en su finalidad y si la pierde, el derecho pierde su sentido y por ello
su obligatoriedad.
¿Por qué se suspende el préstamo a una persona cuando se retrasa
en la devolución de un libro? Se busca proteger a otro lector que hubiese
querido leerlo y no lo ha podido hacer por culpa de tu retraso. Los tres libros
que cogió Sila son de iniciación a la lectura, finitos, con letra de palo,
completamente intercambiables, sin ninguna singularidad, de los que hay a
cientos en las bibliotecas. ¿Molesto realmente a alguien retrasándome 5 días en
su devolución? Ya, ya, pero si todo el mundo actuase como tú la biblioteca
sería un caos. Pero es que nadie actúa como yo, la gente cumple las normas, yo
también, incluso somos amables y sonrientes con quienes nos atienden, pero hay
veces en la vida que ocurren excepciones: pascuas, retraso de la animación
lectora quincenal a la que acudo con mi hija… Estoy de acuerdo con que la
biblioteca sea un sitio ordenado y no un caos, de hecho tenían dos libros de
Davies y uno tenía mal el tejuelo (DAL en lugar de DAV), pero ¿para qué?, ¿para
qué son necesarias las normas de uso de las bibliotecas, para que quede bonito,
todo ordenadito en sus estanterías o para que la gente lea y se lleve libros? ¿De
verdad tiene la biblioteca de Calpe tal afluencia que justifique ese celo
inquisidor? El libro que yo quería llevaba en la estantería desde mayo de 2011.
Han tenido que pasar dos largos años para que pueda darse una vuelta, para que
alguien interesada por él recorra unos
kilómetros en su busca. No me engañaba, Robertson Davies me estaba animando a
montar un escándalo, él hubiese querido que me lo llevase.
He esperado a que "recto brazo ejecutor" fuese a ver si su jefa ya podía atenderme,
gesto que repetía cada cinco minutos, y al irse, he tomado el libro entre mis
manos y he salido por la puerta bien tiesa, con postura digna, la barbilla
alta.
Nunca robar me pareció más justo. Aunque lo mismo que
confieso que he robado, confieso que lo devolveré en cuanto lo lea.
A mis espaldas se oían voces lejanas: Señora! Señora! Qué
cara! Se lleva el libro???
Me he girado, la he mirado a los ojos y he respondido: no,
yo no. En mi mente, algo nublada por el bochorno, sólo tenía cabida el siguiente involuntario pensamiento:
Señorita normativista, mírame atenta, que verás por dónde me paso tus putas
normas:
¡Por el arco del triunfo!
PD: Prueba nº1