jueves, 11 de abril de 2013

Confieso que he robado (pero imbuida por el espíritu parisino de sus grandes monumentos)


Esta mañana me he acercado hasta la biblioteca de Calpe en busca de un libro de Robertson Davies que había localizado previamente por Internet. Ana, mi medio hermana, me trajo otro de este mismo autor la semana pasada y me ha encantado. Por eso he buscado en las cercanías de Benissa, para repetir. En Calpe tenían A merced de la tempestad así que he cogido el coche y para allá. Tengo prestados tres libros infantiles de la última animación lectora que cogió mi chiquilla, los tendría que haber devuelto el día 5 pero, por las pascuas, resulta que mañana es el siguiente cuentacuentos.  Podría haber devuelto los libros yo, pero me gusta que sea ella quien los tome prestados y después los devuelva. Así que pensaba devolverlos mañana y he ido a la biblioteca de Calpe sabiendo que tenía libros sobrepasados. Recordaba, aunque igual estoy equivocada, que el programa de bibliotecas no sanciona (no suspende el préstamo) hasta que los devuelves, que solo te advierte de que el usuario tiene libros sobrepasados y te pregunta que si quieres continuar con el préstamo.
La bibliotecaria en cuanto ha leído la advertencia me ha dicho que no podía prestarme. Le he explicado que eran libros infantiles, que era mañana el cuentacuentos, que el retraso se debía a las pascuas, que venía de Benissa expresamente a por ese libro, que el programa no me había sancionado todavía, ¡qué sólo quería leer! Pues la tía ahí, inflexible, que no. Le he preguntado, obviamente, el motivo de su inflexible negativa y me ha dicho que era porque sino después su jefa le echaba la bronca. Viendo que ella se mostraba como el mero brazo ejecutor le he dicho que quería hablar con su superior para preguntarle por qué eran tan inflexibles, que si no se acordaban de aquella finalidad última de cualquier biblioteca: fomentar la lectura.  Me ha dicho que su jefa estaba ocupada y yo pacientemente he esperado de pie unos 10 minutos. Para entretener la espera he cogido la novela y la he ido ojeando, parecía buena, brillante, como la que acababa de leer. En la faja que lo envolvía una tal Nuria Barrios (El País) decía: “Háganse un regalo, no demoren el placer de leerle” En la primera página, la primera frase decía:

“- Va a ser un incordio mayúsculo para nosotros dos -dijo Freddy-. ¿Por qué no armas un escándalo, Tom?”

¿Estaba leyendo lo que estaba leyendo? ¿Acaso Robertson Davies me guiñaba un ojo desde la eternidad y me animaba a la insumisión? Probablemente no, pero ha sido entonces cuando se ha instalado en mi mente la idea de saltarme unas normas que no respeto porque no tienen sentido. Yo estudié Derecho. Siempre digo: lo estudié… lo olvidé… pero aunque no quieras queda un poso. Y resulta que di todo un curso de filosofía del derecho, su manual enterito de 700 páginas, que puedo resumir de la forma siguiente: Toda norma se apoya en su finalidad y si la pierde, el derecho pierde su sentido y por ello su obligatoriedad.

¿Por qué se suspende el préstamo a una persona cuando se retrasa en la devolución de un libro? Se busca proteger a otro lector que hubiese querido leerlo y no lo ha podido hacer por culpa de tu retraso. Los tres libros que cogió Sila son de iniciación a la lectura, finitos, con letra de palo, completamente intercambiables, sin ninguna singularidad, de los que hay a cientos en las bibliotecas. ¿Molesto realmente a alguien retrasándome 5 días en su devolución? Ya, ya, pero si todo el mundo actuase como tú la biblioteca sería un caos. Pero es que nadie actúa como yo, la gente cumple las normas, yo también, incluso somos amables y sonrientes con quienes nos atienden, pero hay veces en la vida que ocurren excepciones: pascuas, retraso de la animación lectora quincenal a la que acudo con mi hija… Estoy de acuerdo con que la biblioteca sea un sitio ordenado y no un caos, de hecho tenían dos libros de Davies y uno tenía mal el tejuelo (DAL en lugar de DAV), pero ¿para qué?, ¿para qué son necesarias las normas de uso de las bibliotecas, para que quede bonito, todo ordenadito en sus estanterías o para que la gente lea y se lleve libros? ¿De verdad tiene la biblioteca de Calpe tal afluencia que justifique ese celo inquisidor? El libro que yo quería llevaba en la estantería desde mayo de 2011. Han tenido que pasar dos largos años para que pueda darse una vuelta, para que alguien interesada por él  recorra unos kilómetros en su busca. No me engañaba, Robertson Davies me estaba animando a montar un escándalo, él hubiese querido que me lo llevase.

He esperado a que "recto brazo ejecutor" fuese a ver si su jefa ya podía atenderme, gesto que repetía cada cinco minutos, y al irse, he tomado el libro entre mis manos y he salido por la puerta bien tiesa, con postura digna, la barbilla alta.

Nunca robar me pareció más justo. Aunque lo mismo que confieso que he robado, confieso que lo devolveré en cuanto lo lea.

A mis espaldas se oían voces lejanas: Señora! Señora! Qué cara! Se lleva el libro???

Me he girado, la he mirado a los ojos y he respondido: no, yo no. En mi mente, algo nublada por el bochorno, sólo tenía cabida el siguiente involuntario pensamiento: Señorita normativista, mírame atenta, que verás por dónde me paso tus putas normas:

¡Por el arco del triunfo!


PD: Prueba nº1

3 comentarios:

  1. Ahhhhh! A la mamá vas! Jajajaja.
    Qué fuerte! Mira que lo veía venir, ya eres una delincuente.
    Sólo puedo pensar, efectivamente que la edad te ha "tornat boja" ;-)
    Besetts.

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  2. <Se comienza por un prestamo ilegal y no se sabe donde llevara la autopista del mal,(de todos es sabido que el camino del bien es una senda tortuosa), ademas las autoridades eclesiasticas avisan que el MAL es tremendamente adictivo.

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